Ansiedad. Cómo gestionarla y cuándo pedir ayuda

En el post anterior hablamos de qué es la ansiedad, por qué aparece y cuáles son sus síntomas y causas más comunes. Entender esto es el primer paso para poder gestionarla.

Ahora, vamos un poco más allá: ¿qué podemos hacer cuando la ansiedad empieza a afectar nuestro día a día?, ¿qué herramientas existen para manejarla?, ¿cómo saber cuándo necesitamos ayuda profesional?

ansiedad y la terapia

 

Cuando la ansiedad nos invade, es frecuente la sensación de pérdida de control. Es como si nuestro cuerpo tuviera reacciones en las que no decido cuándo empezar ni cómo frenar.

Frente a esta experiencia de falta de control, la buena noticia es que sí, hay estrategias concretas que pueden ayudarnos a reducir su impacto y recuperar el control. No hay una solución mágica ni una fórmula única que funcione para todo el mundo, pero sí hay caminos que vale la pena explorar.

 

Herramientas para Gestionar la Ansiedad

 

1. Respiración Consciente y Técnicas de Relajación

Una de las respuestas físicas más comunes de la ansiedad es la hiperventilación o respiración superficial. Aprender a respirar de forma lenta y profunda puede ayudarte a calmar el sistema nervioso. Además, reducen la tasa cardíaca y ayuda a frenar la aceleración mental del momento, al centrar cuerpo y mente de forma consciente en una única actividad presente.

Técnicas como la respiración diafragmática o la respiración 4-7-8 pueden resultar muy útiles.

Portrait of plus size curly redhead female in casual clothes doing pranayama technique sitting on bed next to window with closed eyes, putting hands on chest, breathing slowly and deeply
Yogi drinking tea after yoga exercises at home

2. Mindfulness y Meditación

Practicar la atención plena nos ayuda a conectar con el momento presente y tomar distancia de los pensamientos catastrofistas o repetitivos. No se trata de «dejar la mente en blanco», sino de observar sin juicio.

Suele ser de ayuda focalizar la atención integrando los sentidos: qué veo, qué oigo, qué huelo y siento… De esta forma es más fácil dejar de atender mentalmente a 5 cosas a la vez para empezar a estar en el momento presente. Incluso unos minutos al día pueden marcar la diferencia.

3. Actividad Física Regular

Mover el cuerpo ayuda a liberar tensiones acumuladas, mejora el estado de ánimo y reduce los niveles de cortisol (la hormona del estrés). No es necesario hacer deporte intenso: caminar, bailar, nadar o practicar yoga son excelentes opciones. 

4. Higiene del Sueño

Como vimos en el post anterior, los problemas de sueño están muy ligados a la ansiedad. Un organismo agotado difícilmente va a funcionar bien, y esto afecta a nuestro funcionamiento físico, mental y emocional. Establecer rutinas, evitar pantallas antes de dormir y crear un ambiente propicio para el descanso puede ayudarte a mejorar la calidad del sueño, y con ello, tu bienestar general.

5. Gestión de Pensamientos y Autoobservación

Llevar un registro de tus pensamientos ansiosos puede ayudarte a identificar patrones y trabajar en ellos. pregúntate: ¿Esto es real o es un pensamiento ansioso? ¿Estoy interpretando los hechos o anticipándome a lo peor?

El mero hecho de escribir nos hace más consciente, desacelera la velocidad del pensamiento (podemos pensar 4 cosas a la vez, pero no escribirlas) y nos permite releer en un momento en que emocionalmente estemos menos activados. Todo esto puede abrir un espacio de reflexión que reduzca el impacto emocional.

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6. Apoyo Social y Comunicación

Compartir lo que sientes con alguien de confianza, sentirte escuchado/a, comprendido/a y acompañado/a, puede aliviar mucho. La ansiedad se alimenta del aislamiento, así que no subestimes el poder de una buena conversación.

 ¿Cuándo Pedir Ayuda Profesional?

A veces, a pesar de nuestros esfuerzos, la ansiedad persiste o incluso se intensifica. Aquí es cuando puede ser especialmente importante buscar apoyo profesional. Algunas señales de alerta podrían ser:

  • La ansiedad interfiere de forma significativa en tu trabajo, relaciones o actividades cotidianas.
  • Sientes que pierdes el control sobre tus pensamientos o emociones.
  • Has probado diferentes estrategias y no ves mejora.
  • Aparecen síntomas físicos intensos o frecuentes sin causa médica aparente.
  • Notas cambios en tu conducta: mayor irritabilidad, aislamiento, consumo de sustancias, etc.
  • La sensación de malestar es constante o se transforma en ataques de pánico.
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Pedir ayuda no es un signo de debilidad, sino un acto de responsabilidad contigo mismo/a. Psicólogos/as, psiquiatras y otros profesionales de la salud mental están ahí para ayudarte a encontrar las herramientas que necesitas, desde la terapia psicológica hasta, en algunos casos, el apoyo farmacológico.

 

Conclusión

La ansiedad forma parte de la experiencia humana, pero no tiene por qué definir nuestra vida. Como ya dijimos en el post anterior, entenderla es el primer paso. Aprender a gestionarla y saber cuándo pedir ayuda es el segundo. 

Y recuerda: no estás solo/a. Hay caminos, recursos y acompañamiento disponibles. Y tú, como tantas otras personas, también puedes salir adelante.

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